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Esto sucedió el 1 de diciembre de 1991. Nosotros vivíamos en una finca ubicada en la vereda Santa Catalina, al otro lado del río Planas, jurisdicción de Puerto Gaitán. En esa finca convivía con mis cuatro hijos, mi esposo, mi mamá, dos hermanos y un compadre con su esposa y cuatro hijos. En la noche del primero de diciembre llegaron seis tipos armados, algunos de ellos disparando al aire y gritando que todos se tiraran al piso. Con el susto que teníamos hicimos lo que ellos dijeron, mientras que mi esposo salió corriendo y uno de mis hijos que tenía seis años de edad salió corriendo detrás de él. A mi esposo le tocó devolverse porque el niño se había perdido en el monte, mi esposo al no ver al niño se devolvió hasta la casa para mirar si el niño estaba ahí, los hombres armados todavía estaban y nos tenían a todos en el piso.

Cuando mi esposo llegó a la casa lo acostaron en el suelo y lo amarraron con las manos hacia atrás, delante de todos mis hijos, hermanos y compadres. Mis hijos tenían: 9, 7, 6 y 4 años la niña menor. Luego levantaron a mi esposo, a mi compadre y a otro muchacho, primo de mi esposo, que se encontraba esa noche en la casa, dijeron que eran policías de Puerto Gaitán y se los llevaron a los tres. Los supuestos policías dijeron que ellos ya regresarían, entonces yo me fui hasta cierta parte con ellos y con los niños agarrados de los bolsillos del pantalón del papá, los tipos tiraban a los niños a un lado, para que no siguieran más a su papá. También nos dijeron que si los seguíamos nos mataban a todos. Ellos estaban todos enfusilados, a mi esposo se lo llevaron descalzo, le robaron lo que tenía de valor y le quitaron los papeles.

Luego, como a las dos de la mañana, soltaron al primo de mi esposo, él llegó a la casa y nos dijo que ellos habían mandado a decir que nos fuéramos, que desocupáramos la casa, él estaba muy asustado y casi no podía hablar, entonces yo le pasé un vaso de agua para que pudiera hablar. A las 3:30 de la mañana escuchamos cinco disparos. Pensamos que de pronto habían matado a mi esposo y al compadre. Desde esa noche mi esposo y mi compadre nunca más aparecieron, hasta el sol de hoy.

Cuando amaneció yo ensillé un caballo para venirme hasta Puerto Gaitán, cuyo trayecto duraba diez horas. En ese momento se levantó el primo de mi esposo y me llamó a solas y me dijo que no me viniera porque de camino me podían matar, porque los tipos le habían dicho a él que no fueran a decir quiénes eran ellos. Al primo le dijeron que ellos eran de la guerrilla, después de que el primo de mi esposo me dijo eso, a mí me dio mucho miedo y me quedé. Al segundo día le pagué a un vecino para que me trajera a Puerto Gaitán. Cuando llegué, lo primero que hice fue ir a la Policía, porque ellos habían dicho que eran policías. Pero al llegar a la estación de policía a preguntar por lo sucedido, los policías quedaron aterrados pues ellos no habían ido a ningún lado y en la estación de policía había varios amigos de mi esposo que se habían criado en la misma vereda. Coloqué el denuncio en la estación de policía, pero ellos decían que por allá no iban, que era muy peligroso porque era zona roja y los podían emboscar. Lo único que hizo la policía en esos días fue que nos colaboraron con comida, porque eran 8 niños pequeños y 6 personas adultas. Después, el alcalde que había en ese entonces, me regaló gasolina para ir a recoger las cosas: la ropa de los niños, una estufa y dos camas, que era lo único que le cabía al carro porque era muy pequeño, el resto de cosas nos tocó dejarlas botadas.

Llegamos a Puerto Gaitán sin un peso, no teníamos para pagar ni una habitación. Nos tocó pasar varios días debajo de un árbol en el parque mientras conseguíamos algo, pero hubo un señor de buena fe que nos dejó una casita para que se la cuidáramos. Ahí estuvimos un tiempo mientras conseguíamos trabajo, hasta que un día me ofrecieron trabajar en una finca, mi madre me cuidaba los niños mientras yo trabajaba y por otro lado nada que aparecía mi esposo.

Desde ahí me ha tocado muy duro para poder sacar a mis hijos adelante con lo poco que les he podido dar. Hasta el sol de hoy nunca he sabido en dónde quedó mi esposo, la persona con la que me casé en 1979. Mis hijos, que ya están grandes, todavía lo siguen esperando. Al menos quisiéramos saber en dónde se encuentran los restos de mi esposo, el señor Segundo Adolfo Villalobos Barrera.

Fuente

Chavarro Jiménez, W. H. (2010). Contenido Puerto Gaitán. En «La historia detrás de estos ojos: narrativas sobre el conflicto armado en Colombia» (1a ed., pp. 127-128). Defensoría del Pueblo.

Tipo de testimonio: Directo

Testimoniante: Esposa

Sobre quién habla: Esposo

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